sábado, 28 de julio de 2007

Articul-artículo del ABC

Cataluña mira con recelo la pujanza de la vecina Valencia

ROBER SOLSONA Fachada del «Palau de las Arts» de Valencia El hundimiento del Carmelo inició una etapa negra en Barcelona ELENA CARRERAS
A. CAPARRÓS
VALENCIA. Las relaciones históricas entre Cataluña y la Comunidad Valenciana han excedido siempre los límites de la vecindad. La primera solía, hace no mucho, mirar por encima del hombro a la segunda. En una suerte de «proteccionismo colonial», el propio Jordi Pujol intermedió con Eduardo Zaplana para zanjar las disputas entre ambos territorios a cuenta de la denominación de la lengua. Catalán para unos y valenciano para otros.
Superados los trances filológicos del pasado, la Comunidad Valenciana ha optado, desde el liderazgo de políticos pragmáticos como Francisco Camps o Rita Barberá, por la senda de convertir a la autonomía en un referente económico y social, visto con recelo por sus vecinos del norte.
Mientras Cataluña rememora efemérides, desde Valencia se conjugan presente y futuro. La reedición de la Copa América, confirmada ayer, es sólo una prueba del dinamismo de la región. No es ningún secreto que Barcelona diseñó una estrategia inconfesable para arrebatar la prueba náutica a Valencia en 2003.
Anclada en discursos pretéritos sobre comunidades de primera y de segunda, la clase política catalana, enfrascada en cuitas internas desde el adiós de Pujol, contempla impávida la emergente sociedad valenciana, que ocupa espacios hasta ahora reservados en exclusiva para Cataluña.
El profundo malestar por la designación de Valencia como sede de una prueba de Fórmula 1 propició a mediados de mayo la impagable escena de Carod-Rovira abrazando al magnate Bernie Ecclestone para sellar la prórroga del contrato con Montmeló.
Cultura y economía
El tripartito catalán ha pasado de mirar a Valencia desde el retrovisor a observar la matrícula de sus vecinos. Más allá de haber accedido al selecto circuito de los eventos deportivos con proyección mundial, el salto cualitativo ha trascendido a la cultura, con el Palau de les Arts Reina Sofía, icono del emblemático conjunto arquitectónico levantado por Santiago Calatrava.
La programación de la ópera valenciana se percibe como un invitado molesto para el Liceo. En esta línea, músicos, cantantes, productoras y empresas del sector de la enseñanza de Cataluña se han adherido a un manifiesto impulsado por el colectivo «Taller de Músics» contra el proyecto de la Torre de la Música -la primera sede fuera de Estados Unidos del Berklee College of Music de Boston- que se instalará en Valencia tras la gestión de Barberá y Camps.
El argumento que sostienen pasa por que la Torre «podría incidir negativamente en las escuelas de música privadas del Estado español».
Tan firmes como los cimientos del proyecto son las posiciones del Gobierno valenciano respecto a las emisiones ilegales de la televisión pública catalana, TV3, en su territorio. Los repetidores clausurados fueron instalados por Acción Cultural del País Valencià, entidad «pancatalanista» que goza de favoritismo, en forma de subvenciones, del tripartito.
Y como quiera que «la pela es la pela», las disputas también se mantienen soterradas en el plano económico. Tanto, que Barcelona ya ha visto cómo el puerto de Valencia le desbanca de su posición de privilegio en cuanto a tráfico de mercancías. Las trabas del Gobierno a la ampliación del recinto valenciano han levantado no pocas suspicacias.

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